Para mí fue determinante cuando en un juicio, a causa de mi mala dentadura, escupí al hablar, sin querer, a un testigo. Literal. En la clínica Ponce de León me facilitaron un tratamiento, de ortodoncia lingual, que apenas se notaba y que me fue corrigiendo la alineación dental. Hoy debato extensivamente sin temor a ningún episodio vergonzante.