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Mi novia decía que para la boda yo tenía que estar muy guapo, que las fotos de ese día se guardaban para toda la vida, que yo no podía seguir sonriendo ocultando los dientes. En la Clínica Ponce de León, una vez que valoraron mi caso, me aseguraron que llegaría con los dientes arreglados para dar el «Sí quiero». Así que me puse en sus manos. La verdad es que estoy muy satisfecho, porque aunque fue algo que inicié por dar gusto a mi novia (ahora esposa), me he quedado con estos dientes perfectos y esta sonrisa ya para toda la vida.

Por mi carácter un poco intimista y nada sociable, solía pensar que la ortodoncia no era algo para mí, ya que creía que era un cambio estético que podían necesitar personas con más vida social o con un trabajo de más cara al público que el mío. Sin embargo, padecía unos dolores de mandíbula que terminaban en dolores de cabeza. En la clínica de ortodoncia Ponce de León comencé un tratamiento para corregir lo que luego supe que se llamaba «maloclusión». Sé que suena a trillado, pero fue un cambio en mi vida. No he vuelto a tener dolores de cabeza ni mandibulares y mis familiares aseguran que hasta vocalizo mejor.

Para mí fue determinante cuando en un juicio, a causa de mi mala dentadura, escupí al hablar, sin querer, a un testigo. Literal. En la clínica Ponce de León me facilitaron un tratamiento, de ortodoncia lingual, que apenas se notaba y que me fue corrigiendo la alineación dental. Hoy debato extensivamente sin temor a ningún episodio vergonzante.

Yo era de esas personas que se tapan con la mano cuando sonríen. Hasta mis amigos más íntimos pensaban que yo era tímida, tal era mi comportamiento ante el público y mi apocamiento sobre todo en las comidas y cenas juntos. En la clínica Ponce de León no sólo me ofrecieron el tratamiento de ortodoncia adecuado para mi boca, sino que de verdad, cada vez que iba a la consulta, sentía que había asistido a terapia. Me explicaban todo tan bien, el porqué de cómo estaban mis dientes y cómo los iban a ayudar a poner en su sitio correcto, que fui gradualmente cogiendo confianza en mí misma. Y hasta hoy, que sigo pensando que la ortodoncia me cambió la vida, pero no solo por el tratamiento en sí.

Mi hijo necesitaba llevar ortodoncia pues los dientes habían salido especialmente mal colocados. La financiación de la clínica Ponce de León es insuperable ni por el mejor de los bancos y para mi hijo ha sido coser y cantar. En la consulta lo involucraron de una manera tan sencilla en el tratamiento que ha sido más una diversión que una tarea engorrosa. Ha estado encantado y todavía hoy le chifla ir por allí, pues se encontraba como en casa.

El dentista derivó a mi hija a un ortodoncista y me recomendaron la clínica Ponce de León por su buen trato hacia los niños. Estoy encantada. Mi hija va feliz, le explican todo antes de hacerle nada, nunca es doloroso y siempre sale contenta y encima con algún regalo.

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